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NUMEROS

 

El libro de Números contiene mucho más que un censo de los israelitas. Pablo nos dice que debemos aprender de las decisiones equivocadas del pueblo de Dios en el pasado.

A primera vista, el nombre Números puede que no suene muy interesante ni atractivo. Pero aquellos que estudian el libro pueden sorprenderse al descubrir que enseña muchos principios y lecciones espirituales. Es un libro de historia que registra muchas de las obras milagrosas que Dios llevó a cabo mientras los israelitas vagaban por el desierto.

De donde obtuvo su nombre Números

Recibe el nombre de Números porque en el libro se hace un censo de Israel dos veces. El primer censo se completó cuando los israelitas aún estaban en el monte Sinaí (capítulos 1-2), y el segundo llegó 38 años después cuando llegaron a los límites de Canaán al final de su peregrinar por el desierto (capítulo 26).

El título del libro se originó con la versión griega Septuaginta de la Biblia. En la Biblia hebrea se hace referencia al libro por una frase hebrea en el primer versículo del capítulo 1 que significa “en el desierto”. Ésta es una designación más completa, ya que Números contiene la historia de Israel vagando por el desierto desde el momento en el que dejaron el Monte Sinaí, en el segundo mes del segundo año después del éxodo, hasta que llegaron a Moab, cerca de las fronteras de la Tierra Prometida, en el décimo mes del cuadragésimo año de su viaje. Así que Números es una continuación del libro de Éxodo.

La presencia de Dios

El Dios Creador hizo que su presencia fuera visiblemente conocida entre su pueblo. “El día que el tabernáculo fue erigido, la nube cubrió el tabernáculo sobre la tienda del testimonio; y a la tarde había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana. Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego” (Números 9:15-16).

El pueblo siguió adelante cuando la nube se levantó, y cuando volvió a asentarse, acamparon. Los israelitas entendieron que mientras la nube descansara sobre el tabernáculo, debían permanecer acampando delante de la presencia de Dios (Números 9:17). Las tribus estaban dispuestas en orden alrededor del tabernáculo, donde estaba la presencia de Dios, con los levitas en el centro.

Hoy no tenemos un tabernáculo con la presencia de Dios como los antiguos israelitas, pero se exhorta a los cristianos a acercarse a Dios, y Él promete responder de una manera muy personal (Santiago 4:8; 2 Crónicas 15:2).

Quejarse enfurece a Dios

A pesar de contar con la presencia de Dios día y noche en medio de ellos, el pueblo era culpable de murmurar y quejarse constantemente, hasta el punto de querer elegir un capitán y regresar a Egipto (Números 14:4).

“Números, por lo tanto, no es un mero fragmento de la historia antigua, sino que... es una historia compleja de infidelidad, rebelión, apostasía y frustración, enmarcada en el trasfondo de la fidelidad, presencia, provisión y paciencia de Dios” (William LaSor, David Hubbard y Frederic Bush, Estudio del Antiguo Testamento, p. 99).

El pueblo pronto olvidó las dificultades de la esclavitud egipcia y codició los alimentos de la tierra de su cautiverio (Números 11:4). Carecían de gratitud a pesar de que Dios les proveía para sus necesidades diarias.

Su queja y falta de lealtad desagradaron a Dios y Él impidió que esa generación entrara en la Tierra Prometida (Números 11:1). El apóstol Pablo se refirió a este acontecimiento y a otros con una advertencia de que no debemos seguir el mal ejemplo de los israelitas que pecan, murmuran, se lamentan y se quejan (1 Corintios 10:10-11).