Poco antes de su muerte, Pablo escribió esta conmovedora carta a Timoteo, quien era como un hijo para él. Estas últimas palabras tuvieron un impacto muy fuerte en Timoteo —y también las deben tener para nosotros.
El apóstol Pablo escribió esta carta profunda y personal a su “querido hijo” en la fe, Timoteo, desde su segunda prisión en Roma (2 Timoteo 1:2, 8). Al parecer, este último lugar de prisión de Pablo fue mucho más severo que el primero. Él no tuvo muchos visitantes, y presentía que su muerte era inminente (4:6-9).
Este era un tiempo de intranquilidad y disturbios por muchas razones. En el año 64 d.C., Nerón supuestamente había incendiado partes de Roma, y después culpó a los cristianos. En el año 66 las guerras judías habían empezado. Pablo probablemente escribió su primera carta entre el año 63 y 65. Esta segunda carta a Timoteo fue probablemente escrita en el año 66 o 67. Conybeare and Howson, en su libro The Life and Epistles of St. Paul, [La vida y epístolas de san Pablo] sitúa la muerte de Pablo en mayo o junio del año 68.
La persecución imperial era contra aquellos que se adherían al camino de vida cristiano, y por ser Pablo una figura prominente, indudablemente estaba altamente protegido. De la misma manera que los judíos de Tesalónica envidiaban a Pablo, los líderes romanos al parecer también creían que Pablo, y el cristianismo que el enseñaba y representaba, trastornaban “el mundo entero” (Hechos 17:6).
El segundo encarcelamiento
El primer encarcelamiento de Pablo en Roma ocurrió alrededor del 61 al 63, y había sido menos severo. Al parecer en ese entonces, él estaba bajo un tipo de custodia domiciliaria, y podía recibir visitantes, tenía acceso a las Escrituras, y podía enseñar libremente (Hechos 28:16, 23, 30-31).
Aparentemente, Pablo fue puesto en libertad, y continuó viajando y enseñando, ya que en sus últimas cartas él menciona viajes que no están registrados en el libro de los Hechos. Pero con el transcurso de los años, la fama de Pablo creció, y vemos a Pablo nuevamente en prisión en Roma, quizás alrededor de los años 66 al 68. Esta vez, él no esperaba que lo liberaran.
Él escribió su segunda carta a Timoteo, sabiendo que su muerte era inminente. Él le dio algunas instrucciones muy específicas acerca de nuestro compromiso con Dios, y la manera que debemos hacer la obra de Dios. Pablo también le advirtió de una manera profética lo que pasaría en los “últimos días”.
Al concluir la carta, él animó a Timoteo que se apresurara en venir. Pablo ansiaba verlo, y compartió con él que se sentía abandonado por muchos. Él dijo: “en mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon”, pero Pablo también escribió: “el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas”(2 Timoteo 4:16-17). Él estaba seguro que había “peleado la buena batalla”, y añadió: “me está guardada una corona de justicia” (vv. 7-8).