Amós describió las consecuencias que vendrían sobre las personas que le habían dado la espalda a Dios. Las advertencias de Amós no fueron solamente escritas para su época, sino también para nuestros días.
Amós (que significa “carga” o “el que lleva la carga”) vivía en una región escabrosa de Tecoa, ubicada en el territorio de Judá, alrededor de 20 kilómetros al sur de Jerusalén. Él era un pastor, y productor de higos.
A pesar de que él vivía en el reino del sur de Judá, Dios lo envió como su profeta al reino del norte de Israel durante los reinados de Uzías de Judá y Jeroboam II de Israel. Amós probablemente viajó a Betel para anunciar estas profecías alrededor de 760-754 a.C., unos años antes que muriera Jeroboam II.
Éste fue un período de prosperidad económica para las personas ricas de ambas naciones, lo que desafortunadamente los llevó a que se volvieran moral y espiritualmente corruptos porque se habían alejado de Dios.
Las naciones vecinas también recibieron advertencias específicas, que les señalaban que ellos no escaparían la justicia de Dios a causa de su crueldad hacia Israel.
El Día del Señor
Amós, así como muchos de los otros profetas de Dios, profetizó acerca del Día del Señor. Una parte importante de las profecías bíblicas, que incluye la mayor parte del libro de Apocalipsis, se refiere a los eventos que sucederán durante el período del tiempo del fin. Después de exhortar en vano a las naciones para que cambien sus costumbres depravadas, Dios finalmente intervendrá en los asuntos de este mundo para humillar a los habitantes, y así traerlos a un arrepentimiento genuino.
En Amós 5:18-20 Dios declara que éste va a ser un tiempo terrible y de mucha angustia. Las personas no deberían desear “El día del Eterno”, porque “será de tinieblas, y no de luz… oscuridad que no tiene resplandor” (vv. 18, 20).
Cegados por la prosperidad
“Israel estaba decayendo porque su misma riqueza y prosperidad habían cegado al pueblo, y no escucharon los ruegos de Dios para que vivieran justamente, y adoraran al verdadero Dios.… Este fracaso será la causa del juicio de Dios. Desafortunadamente, una sociedad corrupta inevitablemente se vuelve espiritualmente ciega, y es incapaz de ver el juicio futuro que vendrá de Dios. Amós… describe una profecía terrible y espantosa como el resultado inevitable de tal ceguera” (Collins Bible Companion [Guía del lector de la Biblia de Collins], p. 192).Corroborando esta misma idea, The Lion Handbook to the Bible [Manual de la Biblia de Lion] hace el siguiente comentario: “Pero bajo toda esa afluencia la nación estaba podrida. Amós fue enviado a denunciar la corrupción social y religiosa, y advertir acerca del juicio inminente de Dios. Pero el pueblo no escuchó, así como tampoco le hicieron caso a Oseas, otro profeta contemporáneo de Amós. Pero la palabra del profeta está dirigida a cualquier nación que se encuentre en las mismas condiciones que Israel. Comparen estas descripciones con cualquier nación en nuestro siglo XX y vemos que también se aplican a las naciones del presente” (editado por David and Pat Alexander, p. 444, énfasis añadido).
Las advertencias y profecías acerca del castigo se hacen realidad unas pocas décadas después cuando Salmanasar y Sargón, reyes de Asiria, invadieron y destruyeron el reino del norte de Israel. Los líderes y habitantes de la tierra lamentablemente no quisieron escuchar las exhortaciones y el consejo que Dios les estaba enviando por medio de Amós y Oseas.
A pesar de las predicciones acerca del castigo y destrucción, la profecía termina con una promesa de una gloriosa restauración futura (9:11-15).