Lamentaciones nos recuerda las terribles consecuencias del pecado y los horrores de la guerra. ¿Podrá la humanidad algún día librarse totalmente de los azotes y futilidad de la guerra?
En la Biblia en español Lamentaciones se ubica entre los libros proféticos de Jeremías y Ezequiel. En las escrituras hebreas aparece en la tercera parte, llamada los Escritos, en una sección llamada los Rollos de las Fiestas (Megilloth) entre Rut y Eclesiastés.
El libro de Lamentaciones se lee en voz alta en las sinagogas durante el 9 de Ab (en julio o agosto en el calendario romano), una fiesta nacional judía que conmemora la destrucción de Jerusalén y del templo por los babilonios en 587-586 a.C., así también como la subsecuente destrucción por el ejército romano bajo el mando de Tito en 70 d.C.
Tema principal de Lamentaciones
El libro describe el lamento y dolor amargo de Jeremías como resultado de la aniquilación de Jerusalén, la capital de Judá, y la quema del templo. Jeremías es enfático al afirmar que Dios había rechazado a su pueblo a causa de su continua rebelión contra Él.
“El libro expresa con ternura el dolor del profeta a causa de la desolación de la ciudad y del templo de Jerusalén, la cautividad del pueblo, las miserias de la hambruna, el cese de la adoración pública, y otras calamidades que sus compatriotas judíos estaban sufriendo como resultado de sus pecados. El objetivo principal era enseñar a los judíos que estaban sufriendo que no debían menospreciar ‘el castigo del Eterno’, ni ‘desmayar’ cuando ‘Dios los reprendía’, sino que tenían que volverse a Dios con profundo arrepentimiento, confesar sus pecados, y buscar a Dios humildemente para el perdón y liberación” (Joseph Angus, The Bible Handbook, [Manual de la Biblia] pp. 520-521).
Acerca del autor
Lamentaciones no nos dice quien escribió el libro, pero el consenso general es que el autor fue Jeremías el profeta. Algunos eruditos de la Biblia sugieren que el último capítulo del libro de Jeremías debería ser leído como una introducción al libro de Lamentaciones.
A Jeremías se le conoce como el profeta en aflicción porque él sentía mucho dolor por su pueblo, derramando sus sentimientos más íntimos ante Dios. Sus muestras de dolor se describen a través del libro, y también en otros pasajes como 2 de Crónicas 35:25 y Jeremías 9:1.
El autor estaba presente cuando el ejército babilónico capturó Jerusalén, y saqueó el templo de Salomón en 586 a.C. Él clama y se lamenta el horrible sufrimiento de los habitantes durante el saqueo de la ciudad, y la posterior cautividad.
El ministerio de Jeremías abarcó un período de más de 40 años, y cubrió los reinos de cinco reyes de Judá (desde Josías a Sedequías). Después del saqueo de Jerusalén, los líderes judíos insistieron en ir a Egipto —un acto que claramente estaba en contra del mandato explícito de Dios— y ellos forzaron a Jeremías a ir con ellos (Jeremías 42:19; 43:7).
La fecha, y la manera como murió Jeremías son desconocidas.
Sofonías, Habacuc y Ezequiel fueron contemporáneos de Jeremías.